Jesús Hilario Tundidor,

“Claudio, Eliot y Baudelaire pasean al atardecer por la tierra del vino”, Cuadernos de la Lechuza, Madrid n.4-5, mayo 1987

CLAUDIO, ELIOT Y BAUDELAIRE PASEAN AL ATARDECER POR LA TIERRA DEL VINO

Las cosas han ido todas a parar bajo el mar FOUR QUARTETS. ELIOT



COLLAGE I: L’ÂME DU VIN

La tierra está en silencio, est-ce que l’âme du vin ne chantait pas dans les bouteilles?

No hay nadie, no, no hay nadie. Bajo la chepa de los surcos canta

la preñez de los granos. Apenas perceptible tiembla el tiempo —viejo

como un castigo de su misma estulticia—, silba un pardal

haciéndose aladrada, limo, espacio y una tarde inocente mata al día.

No hay nadie y la tierra está en silencio, el silencio vacío donde duermen las dalias.
v La ciudad ideal al horizonte, muy lejos, como dibujada entre brumas en la terca despedida del sol.

¡Rojiza tierra ésta del poema! Curtidos sembradores: el puritano Thomas, Thomas

Stearns Eliot, convirtiéndose; Charles Pierre Baudelaire, el parisino, manchándose de barro

los botines, de Jean Duval y opio el corazón. ¡Rojiza tierra ésta

del poema! Ah, sí, ¿recuerdas, Claudio? Había sangre siempre

en la puesta del sol: L’homme ivre d’une ombre qui passe. Cielo arcilloso, la llanura,

el páramo encendido. Y callados los robles, las encinas, que conservan más un rayo de sol

que todo un mes de primavera. ¡Qué cosas! ¡Hay que ver! Como la crueldad de abril

en el entierro de los muertos, y no es el mes de abril el más cruel, sí el más impuro…

Todo debió empezar en cierta carretera de chopos, con roderas, dorada y alejándose

en una meditación como de otoño bajo una amarga historia. En cierta carretera

llena de azul inalcanzable encima: Siempre la claridad viene… ¿de dónde? La claridad, ¿de dónde?

¿Acaso no hay principio, ni lugar, ni esperanza y el puro azul que nunca se viola

no estaba aquí, cantaba entre nosotros? Dentro, dentro, quemando, haciendo

amor sabiduría, altura de las águilas del Duero o brisa o aire, que allí sí que pusimos

la voz para que todos la supieran, la poseyeran. ¡Qué cosas, ya te digo! Así pasaba.

¡Buenas tardes, don Carlos, Bon soir, Mister Eliot, Good-evening, God-evening,

ah, Señores poetas, partons à cheval sur le vin pour le ciel!

COLLAGE II: AL ESTE DE LAS SOMBRAS

Nombrar cosas, nombrar vida. Igual que magia inocente, así el cántico, la posesión, pues nuestro

es aquello que nombro, se representa en mí y en mí subsiste y la nada

es parecida al silencio de los campos, es la muerte vacía quand le ciel bas et lourd pèse comme un couvercle,

et de longs corbillards, sans tambours ni musique, défilent lentement dans mon âme,

dans notre âme… Ah entonces, después, ya nunca, nunca.

Pero siempre, Sir Stearns Eliot, la POESÍA importa. Especialmente andando por las tierras

del vino. Nunca tierra baldía, nunca The Waste Land, tal vez. El duro transcurrir por los senderos

de la no realidad: Tierra del Vino, tierra de un vino que jamás se ciega,

vino varón, preñado, amadamado, terso como horizontes y llanuras profundas

et déserts qui nous rendent triomphants et semblables aux Dieux,

todo a pesar, todo además, así de esta manera. Ya nadie lo va a agriar pues ya no hay nadie.

COLLAGE III: PROFANACIÓN DE LOS LABERINTOS DEL CONJURO

Pienso en las cosas que se han ido: los pájaros, los vientos, la quimera, pienso

en las cosas que se han ido, ¡cuántas! También te fuiste tú, también te fuiste. Tantas se van

y aún sigue atardeciendo. Eliot invita, Baudelaire señala. Sola es la voz que la amistad mantiene.

Y ellos pasan, en paz, por nuestro espíritu. Y ellos pasan, en paz, por esa trocha,

por esa senda donde erró la vida, marcas y más, estigmas, hematomas, roderas

del dolor, silencio hirviente. ¿Somersetshire, París, Madrid, Morales de Toro…? La tarde cae tranquila como un halda

sobre todos nosotros. Hay que nombrar las cosas, si no mueren

perdiéndose en el mar, en la marea. Hay que denominarlas e indagarlas.

Y vivir. Que ya la noche hace su asomo y muy borrachos vamos a estas horas

y por los tesos y las jaras hembras en la sombra de Valverde

un calandrio es la luz por las encinas.