Dionisio Cañas

Dos son las aportaciones primordiales de Dionisio Cañas (Tomelloso, Ciudad Real, 1949-) que arrojan luz sobre la poesía de Claudio Rodríguez. En primer lugar, su ensayo Poesía y percepción, de 1985, donde trata la obra de tres poetas (Claudio Rodríguez, Francisco Brines y José Ángel Valente) a la luz de teorías de Merleau-Ponty, de su convicción fenomenológica de que en el proceso de conocer no hay sólo datos inmutables que deciden cómo es el objeto sino que se produce una interacción entre lo externo al individuo y la capacidad de percibir –es decir, la mirada-, lo que lleva a una vinculación entre estos dos actos: percibir y conocer. Quien ve incluye en la experiencia la propia conciencia de ver: “La percepción es, pues, el pensamiento de percibir”. De ese modo, se establece una relación entre sujeto y objeto que funda la comprensión del mundo sobre una subjetividad de la que no están ausentes componentes irracionales, psicológicos y hasta mágicos, según lo entiende Merlau-Ponty.

Aplicada a Claudio Rodríguez esta sugestiva posibilidad, Dionisio Cañas habla de una “mirada auroral”, que en un primer momento será intuitiva; luego, contemplativa-moral y, por fin, contemplativa-reflexiva. Pero, en todo caso, cuando el poeta lanza su mirada sobre el mundo (sobre las cosas del instante, viene a decir Cañas, que le obligan a “atenerse al acontecimiento”) lo está haciendo también sobre la propia poesía, sobre la manera peculiar y necesaria de la expresión, una expresión que para Claudio Rodríguez adopta la forma de canto ante las cosas del mundo, siempre iluminadas; así, Claudio Rodríguez sigue la estela de Rimbaud hacia “una metafísica de lo concreto”, en palabras de Merlau-Ponty.
La segunda aportación sustantiva de Dionisio Cañas, al margen de pequeñas semblanzas y trabajos de crítica ocasional, es su libro Claudio Rodríguez (1988), en la mítica colección “Los poetas” de la editorial Júcar. Se trata de un libro de fuerte componente biográfico en el que se detecta la especial cercanía que unió a este autor con Claudio Rodríguez. Ausente el tono profesoral del ensayo anterior, ahora hay un aliento de vitalidad, casi conversacional, que permite acercarse a Claudio y conocer, ensamblados en la soltura narrativa y acertadísima de Cañas, pormenores biográficos que afectan sin ambages a su formación y a su pensamiento poético.